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El batey “La Cacata” demanda  luz, transporte, calles y un  liceo

El Día Por El Día

La Romana.-En el batey “La Cacata”, dónde viven unas 154 familias del Central Romana, la vida de estas transcurre en medio de diversas limitaciones, entre las que figuran la falta de energía eléctrica y de  una escuela que alcance hasta el bachillerato  para que los estudiantes dejen de recorrer  kilómetros para llegar a la ciudad en busca de superación.

Wilfredo Luis, uno de los  representantes de los comunitarios, que lleva ocho años en el lugar conocido también como Chavón Abajo, narra que allí residen tanto criollos como nacionales haitianos, beneficiados con el uso gratis de esas casitas mientras laboran en el consorcio.

“Apenas tenemos trabajo  con el cultivo de la caña; la luz es pésima, mientras que el transporte sólo funcionar  hasta las 5:00 de la tarde y el que no gestiona regresar antes de  esa hora a su casa  tiene que quedarse por donde esté o pagar un taxi que cobra ciento 50 pesos”, precisó Luis.

Cuentan con un centro de atención primaria para recibir atenciones médicas. Empero,  ante las  emergencias tienen que salir de allí en una ambulancia que les facilita el consorcio para llegar al hospital a unos diez kilómetros.

 Yocasta Fremio, otra de los residentes del lugar  observa con preocupación que gran parte de sus calles están sin asfaltar, lo que crea muchas enfermedades, principalmente en los niños, como también abunda el dengue, por lo que requieren de fumigación.

“Aquí  no  hay trabajo, la escuela es hasta octavo y no hay ninguna diversión ni aprendizaje técnico para los jóvenes”, refiere Fremio. Yolanda Pérez Cuello califica de “dura” la situación ante las dificultades de la zona y el hecho de que en las casas sólo trabaja el cabeza de las familias.

 La mayoría de la gente depende de los pequeños sueldos que reciben. La vida transcurre entre los quehaceres de la casa y la atención de los niños.

 Yolanda no ha perdido su tradición de tostar café y barrer con escoba de guano en medio de las limitaciones que impone el apartado lugar, donde a  eso de las 2:00 de la tarde apenas se escucha el canto de los gallos y otras aves, ante la ausencia de luz para ver la televisión o escuchar radio, a menos que alguien tenga un radio de pilas. 

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